Sin duda alguna la forma en la que nos relacionamos ha cambiado significativamente; las nuevas tecnologías no sólo traen ventajas, sino que también incrementan los niveles de violencia e intimidación ocultas en el anonimato de la red.
Siempre han existido personas agresivas que han convertido el ritual del coqueteo en una relación violenta que hace sufrir a la víctima. Pero Internet, con su tendencia al anonimato y su distancia emocional –el acosador no tiene por qué ver a la persona a la que agrede mientras le inflige el daño– ha intensificado el fenómeno del acoso.
Y no solo eso: también ha cambiado el perfil de las víctimas. Eso parecen mostrar los resultados de una investigación de los profesores portugueses Francesca Savoldi, de la Universidad de Lisboa, y Pedro Ferraz de Abreu, de la Universidad de Aveiro, según un articulo publicado en la Revista web Muy Interesante.
Su estudio se llevó a cabo en la ciudad norirlandesa de Belfast, y trataba de encontrar pautas en la relación entre intimidación de personas, ciberacoso y la intensidad del uso de Internet.
Dos diferencias llamativas con respecto al tipo de acoso que se produce en la vida social fuera de la Red fueron descubiertas. Por una parte, estaba la paradoja de que pasar mucho tiempo relacionándose online –al contrario de lo que ocurre en el mundo real– no aumenta la probabilidad de ser sometido a ciberacoso: al contrario, son los novatos los que más lo sufren.
La otra diferencia con respecto a las relaciones cara a cara es el género habitual de la víctima. Los autores de la investigación nos recuerdan que son los varones los que experimentan más presión en el cara a cara. Sin embargo, las víctimas más habituales de ciberacoso son las mujeres. Son ellas las que sufren una mayor cantidad de mensajes agresivos con insinuación de violencia.
